viernes, 5 de octubre de 2012

La niña de la ventana


La gran noche de carnaval ha terminado y las calles han quedado abandonadas. Pronto amanecerá, mas de momento reinan las tinieblas. Los disfrazados han dejado tras de sí una estela de botellas rotas, vómitos en cada esquina y, a juzgar por la humedad del suelo, se diría que ha llovido durante horas si no fuera porque el hedor evidencia que no es agua lo que forma los charcos. La ciudad muestra hoy su rostro más decadente, y verlo me entristece. Siento decepción y desengaño. Pero no importa. Enseguida lo olvidaré. 
     Voy atravesando las callejuelas lentamente, sin prisa, mirando a mi alrededor en busca de algo digno de contemplarse, en busca de una visión que me haga sonreír. Todavía llevo puesta parte del disfraz. Me he librado de la casaca porque me estorbaba, pero aún conservo la peluca con largos bucles como velas negras, el sombrero pirata y el garfio de plástico ocultando la mano. Sin el abrigo quedan al descubierto las mallas verdes y el jubón de hojas secas, con lo que debo resultar algo cómico, pero al fin y al cabo de eso se trataba.
     Desde el balcón de un segundo piso, una niña pequeña, que tal vez se haya levantado a por un vaso de agua, se me queda mirando de arriba abajo con sus alegres ojos castaños. Abre el gran ventanal para contemplarme mejor.
   —Niño, ¿quién se supone que eres? —me pregunta curiosa mientras alarga el brazo para intentar acariciar las plumas de mi sombrero
     —Peter Pan disfrazado del capitán James Garfio.
    —Qué ocurrencia —exclama entre risas—. ¿Te has disfrazado de Peter disfrazado de Garfio? Es como si llevaras dos disfraces. Eres muy raro.
     —Perdona... No había entendido tu pregunta. Sólo voy disfrazado del capitán Garfio —le aclaro un tanto molesto. Y luego sigo mi camino. Pero ya me siento mejor.

Está amaneciendo...

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